... sabiendo esperar un poco

lunes, 19 de febrero de 2007

Jirones de una historia que nunca se contó...

fragmento 01

(De cómo un encuentro, fortuito para alguien, puede en cambio, resultar determinante para alguien más)

El hombre se impactó de su propia voz, de oírse decir esas palabras. No eran sus palabras; mejor dicho, eran cabalmente sus palabras. Aquellas en las que ni siquiera se piensa, aquellas inadvertidas, aquellas sepultadas bajo los escombros de tanta auto represión. Y con todo, estas lograron emerger del oscuro fondo de su ser, y el hombre las reconoció no por otra cosa sino por su sorprendente precisión, por su sobria claridad, por su transparente sinceridad. “Por favor...”. Súplica sutil que sin embargo, revelaba angustia, su propia angustia, esa angustia para la cual era ya insensible de tanto sentirla... o, al menos, eso le pareció en ese momento. Se detuvo y no dijo nada más. Estaba perplejo ante el encuentro consigo mismo, desnudo, sin máscara ante el desmoronamiento, una vez más, de la esperanza. La imposibilidad. La joven, por otro lado, siguió inmutable su camino alejándose para siempre. Nunca sospecharía siquiera, que había sido móvil, testigo y objeto de una revelación interior tan pura, clara y fulgente, como lo puede ser una luna llena en una despejada noche invernal. Para ella fueron sólo insignificantes palabras dichas por un insolente transeúnte; para el hombre, habían sido, en un descuido, la total apertura de su alma...

miércoles, 14 de febrero de 2007

Una mirada a la India...

(De cómo la herencia cultural nos determina la actitud ante las diversas circunstancias de la vida)

Chateaba yo con Beatriz acerca de su próximo viaje a la India, y le contaba yo de mi amiga indú, Manchal...

En aquella ocasión recién había recibido yo un correo-cuestionario donde una de las preguntas se refería al animal que me gustaría ser... Ignoré el correo, que era una cadena para supuestamente conocer mejor a tus amigos, pero le mencioné a Manchal que lejos de felinos, grandes mamíferos, águilas o delfines, a mí me agradaría ser una vaca, y me sorprendió mucho en primera instancia el comentario que, sin miramientos, ella hizo al respecto. Le pareció tajantemente absurdo el hecho de pretender idealizarse en un animal cuando el ser humano es, sin lugar a dudas, el ser vivo superior por excelencia... aún en plan lúdico... Pasó la plática y ya después “me cayó el veinte” respecto a Manchal... En Asia en general, y en la India en particular, se cree en la reencarnación escalonada, donde cada vida es como un escalón que se asciende o se repite resultando reencarnaciones en toda la gama de seres vivos, de los cuales, al ser humano le corresponden los escalones superiores... y aún dentro del genero humano, uno reencarna en las diferentes clases sociales... Así entonces, el juego o el ejercicio de considerarse un animal, en efecto resulta absurdo...

A Beatriz esta anécdota le pareció extraña; porque por su parte, su amigo indú, Janak, le habló de la veneración que se tiene por las vacas, consideradas como “madres” por todo lo que proveen al hombre, así como el respeto que se tiene por todas las criaturas. Y sin poder detenernos a reflexionar, me contó que Janak le recomendó que cuando estuviese en la India no debía sorprenderse ni mucho menos compadecerse de los mendigos a quienes debería considerar como artífices de un oficio como cualquier otro...

Así continuó nuestra charla, atropellada por tantas cosas que nos teníamos para decir. Y es hasta ahora que, reconsiderando lo platicado, caigo en la cuenta de que tanto Manchal como Janak nos hablaron exactamente de lo mismo...

Porque ese “sistema” de reencarnaciones implica entre otras cosas, espíritus en evolución. No es una competencia donde los de niveles superiores han de sentirse “superiores”; cada quien sigue su propio proceso... y cada ser es merecedor absoluto de todo el respeto en su ascenso particular. Así es como debe entenderse el respeto por toda criatura... luego, así mismo, se entiende lo absurdo de pretender idealizarse en seres inferiores cuando lo único válido es dirigir toda nuestra vida a niveles superiores...

Y finalmente, si en esta “escalera” no hay atajos; y si se cuenta prácticamente con la eternidad para llegar a la cima, debiera ser perfectamente comprensible como es hasta irracional sentir compasión por seres en niveles “inferiores” y a su vez, uno cualquiera se sabe en un escalón que es menester pasar, y que se pasará más temprano que tarde, por lo que no hay ni siquiera resignación, ni se requiere paciencia y mucho menos es justificable la esperanza, puesto que la vida en esa perspectiva es un trance que se pasa quiérase o no, y la ruta es ascendente casi de cualquier modo por lo que sólo es cuestión de jugar el rol que corresponde; “pasar” por la vida tal y como nos toca en este momento...

Si todo esto no es más que manipulación, una forma de someter a la gente, tenerla controlada con la expectativa de mejora en “la siguiente vida”, eso ya no me toca calificarlo; al menos en este momento... por lo pronto sólo ha sido mi intención, tratar de explicarme este punto de la idiosincrasia indú, según la he entendido yo... si acaso estoy errado, pues agradeceré cualquier corrección... y de cualquier modo, queda pendiente una larga plática con mi amiga Beatriz a su regreso de la India...