... sabiendo esperar un poco

martes, 4 de agosto de 2009

La distancia que nos separa II...

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(De lecturas conectadas...)

Citaba yo a Marcel Proust en la entrada anterior...

"La mayoría de las personas que conocemos no nos inspiran más que indiferencia; de modo que cuando en un ser depositamos grandes posibilidades de pena o de alegría para nuestro corazón, se nos figura que pertenece a otro mundo, se envuelve en poesía, convierte nuestra vida en una gran llanura donde nosortos no apreciamos más que la distancia que de él nos separa."

Como si de algo sirviera saberlo...

Y acontecido lo que aconteció, me vino también a la memoria un fragmento de "Nadie me verá llorar", novela de Cristina Rivera Garza... mi favorita de todos los tiempos... por si no lo he escrito suficiente ya en este "blog"...

"Diamantina abrió la puerta. Llevaba puesto un vestido holgado de percal y, sobre éste, un mandil con manchas de pintura verde, amarilla. El cabello que antes había visto recogido en un moño esta vez caía libre sobre sus hombros. Los rizos negros hacían resaltar sus razgos angulares, la delicadeza de la naríz, la blancura de los dientes. Traía un libro entre las manos.

- ¿Quieres oír algo horrible, Joaquín? -sus ojos tras los quevedianos de oro estaban llenos de ironía. Todavía en el rellano de la entrada y sin esperar su respuesta Diamantina leyó algunos versos de Gutierrez Nájera con una voz exageradamente grave:


¡Oh marmol! ¡Oh nieve! ¡Oh inmensa blancura
que esparces doquiera tu casta hermosura!
¡Oh tímida virgen! ¡Oh casta vestal!
¡Tú estás en la estatua de eterna belleza;
de tu hábito blanco nació la pureza,
al ángel das alas, sudario al mortal!

Cuando terminó los dos soltaron una carcajada fresca, juvenil. Era su primera risa en meses..."


"se nos figura que pertenece a otro mundo... se envuelve en poesía... de tu hábito blanco nació la pureza..."

Es increíble… sorprendente… el ensimismamiento que produce una pasión, cualquiera que esta sea… la ira, el deseo, la ambición de poder, el amor… las apuestas, el fútbol, la jardinería… cualquier pasión…
Ya no se mira, ya no se escucha, ya no se es uno ni se entiende nada fuera del objeto de la pasión…
Si bien es cierto que son estas pasiones las que permiten marcar hitos en la historia de la humanidad, e hitos en la historia individual, las más de las veces (sin que mi estadística pretenda ni vaya a cambiar nada en absoluto nada…), las más de las veces redundan, si bien, en dulces e inertes sopores, o en vigorosa y energizante, pero vacua actividad… si mal, en dolorosos, grandes e irremediables fracasos…
La pasión es una droga para quien la experimenta… se inhibe, se ciega toda otra percepción… de ahí que se insista en el objeto de la pasión contra viento y marea… no hay razonamiento ni obstáculo ni realidad que valgan… no hay golpes ni tropiesos que valgan para “cambiar”…
Sólo un fracaso rotundo, sólo “un cataclismo”, como escribe Cristina Rivera en su novela, podrían… podrían… abrir los ojos… generar un cambio… algunas veces para bien… otras, las más, creo yo, para mal… porque el apasionado no sufre, brega contento de bregar, convencido de su objetivo y de su tarea, de su pasión… y lo continuará haciendo incluso hasta su muerte habiendo vivido, “digan lo que digan los demás”, convencido y apasionado… ¿Qué mejor vida que esa?... convencido y apasionado. En cambio, si acaso recapacita, si acaso “despierta”, si acaso "entra en razón", se le abrirá “una llanura”… donde sólo se apreciará la distancia que lo separa… de todo...

De entrada siento una desilusión… una decepción… un grande y doloroso vacío… me siento perdido y sin rumbo… porque aunque todos lo decían… ¡¡Tú misma lo decías!!... y yo lo sabía… ahora se que muy en el fondo, imbécil de mí, nunca lo creí…
No te guardo rencor... porque se, o creo saber, o una parte de mi lo sabe aunque otra no lo acepte, que eres como eres... lo que eres... y se, hoy se, hoy he descubierto, que yo mismo me engañe... siempre... y si por un instante, quizás, sentí repudio para contigo, al siguiente rechacé este sentimiento para ocuparme de mí, el único culpable en todo esto...
Luego siento coraje… porque es obvio, ahora es obvio… aunque en realidad siempre lo fue… que quien se acerca a ti consigue lo que busca… y yo en cambio, imbécil de mí, no he sido, no fui capaz de alcanzar siquiera los placeres de tu cuerpo aún cuando te he deseado desde siempre con toda el alma… por haberte concebido como alguién "de otro mundo", por haberte "envuelto en poesía", por haberte hecho mi pasión...
Llegué hasta crear un poco, eso sí, sólo un poco, de rencor para con mis amigos, que todos, sin excepción, me advertían, me advierten: “ELLA NO ES PARA TI”… "QUIEN AMA CON TODO, NO SABE AMAR"... "EL AMOR DE UNO NUNCA ALCANZA PARA DOS"...
Para la mejor de ellas incluso, mis amigos y amigas (amiga común), hasta concreté un reproche en mi interior que por fortuna nunca externé:
-Esto me dices a mí y probablemente esto mismo le dices a ella; y tanto como ella te escucha, eres tú, entonces, la que obstaculiza nuestro amor…

JAJAJA…

¡¡Que ridículo…!! ¡¡Que ciego…!! ¡¡Que indigno hasta de la amistad de mis amigos…!!
Una pena…
una lástima…
un desperdicio de amor…
Que ingenuo, que infantil, que inmaduro… ¡¡Que imbécil de mí…!!
Que montón de inservibles palabras…
Que dolor… que vacío tan grande… que fría y oscura soledad…

y termina la escena en la novela de Cristina...

"... Ella lo vio directamente a los ojos, lo desnudó.
- Pobre hombre. ¿Qué clase de mujeres conocería? Tímida virgen, válgame Dios -en ese momento Joaquín supo que Diamantina nunca le pertenecería."

Me das asco... porque te amo...

Saludos... desde el abismo...
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