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Un legítimo suicida es conciente de que ilusión, sueño y esperanza son espejismos en el desierto de la inercia...
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... sabiendo esperar un poco
martes, 25 de marzo de 2008
martes, 11 de marzo de 2008
P.
(Del final...)
De uno de mis "blogs" favoritos...
www.elcementeriodelasbuenasintenciones.blogspot.com
martes 11 de marzo de 2008
Relojes y mapas.
:: Encuentros con entidades.
R. tiene una pequeña librería de viajes en el centro de la ciudad.
- A veces tengo la sensación de ser un punto de información más que una librería me comenta. Los turistas no dejan de entrar a preguntar direcciones ¿Dónde está el museo de arte contemporáneo? ¿Qué parada de metro es la que tengo que tomar para ir a...? Pero apenas vendo libros. Voy a tener que pedir una subvención al Ayuntamiento o exigir que me compren un mapa por cada indicación. Todo el día igual. Eso sin contar a los clientes de la librería esotérica que queda en la calle paralela a la mía. Atraviesan todo el local sin mirar y me plantan en la cara un título tipo La iluminación del tiempo. o Cómo encontrarse a uno mismo. Y cuando les explicas que sólo vendes libros de viajes te miran como si les estuvieras engañando. El otro día uno va y me suelta ¿astrales? No entiendo como quieren ver más allá si no saben entender lo que tienen delante de las narices. Lo he puesto bien grande en la puerta: Librería especializada en viajes. No es tan difícil ¿cómo pretenden leer libros si no saben leer un cartel?Le dejo hablar, parece preocupado. Creo que hay algo que le ronda por la cabeza pero no acaba de encontrar la forma de contármelo.
- ¿Tú sabes hacer algo con las manos? - pregunta R. - Quiero decir construir algo y no me refiero a muebles de esos desmontables con planos hechos por finlandeses.
No sé que contestar.
- Yo creo que no podría ni montar un mueble de esos - continúa R. - Creo que no entiendo bien los planos nórdicos. Ya sabes no están hechos para nosotros. Demasiado seguir las instrucciones. Me refiero a no sé... Verás... Ayer entro un hombre en la librería. Debía de tener cerca de sesenta años. Por su aspecto enseguida vi que estaba perdido o equivocado. Pero no parecía un turista y tampoco mostraba la mirada pérdida de los esotéricos. Se acercó al mostrador y me preguntó si tenía libros sobre técnicas de trabajo con materiales. Alguien le había indicado esta zona de la ciudad porque había bastantes librerías. Le contesté que no pero me interesé por lo que estaba buscando. Técnicas de vaciado algo así y trabajo con bronce. Le recomendé la tienda de materiales de bellas artes que queda un par de calles más abajo. Probablemente no tengan libros pero tal vez le podrían ayudar. El tipo pareció dudar un momento. Al parecer ya había estado allí y no tenían nada, ellos le habían indicado esta dirección, llevaba dando vueltas en redondo por el centro toda la tarde. Entonces me contó que era relojero. Lo dijo con pena. Se están perdiendo los oficios manuales me dijo. Ya no tengo aprendices y es muy difícil encontrar libros que enseñen estas técnicas. Me di cuenta de que tal vez le habían indicado la librería de diseño industrial que abrieron el mes pasado. Le apunte la dirección en una tarjeta y se la entregué. Me dio las gracias efusivamente y se fue muy contento. Parecía feliz con su nueva pista. Le seguí con la mirada hasta que salió de la tienda, después baje al almacén a buscar unas cajas de libros que debía colocar en las estanterías. Cuando volví al mostrador vi que el relojero había vuelto y esperaba a que le atendiera. Se le ha olvidado algo, pensé. Parecía perdido y miraba los montones de libros a su alrededor con curiosidad. Me puse frente a él. ¿Qué desea? Le dije sonriendo. De pronto reparo en mi y pareció asustarse. Como si hubiera visto un fantasma. Me señalo con el dedo y se puso blanco. Balbuceaba ¿Ya he estado aquí verdad? me pregunto. Sí, hace un momento. Vaya he debido de dar la vuelta a la manzana. He visto una librería y me he dicho esta es la mía. Se echo a reír pero al instante se detuvo en seco. Buenas tardes añadió y se fue. Parecía triste.
R. baja la vista. Le noto cansado.
- El mundo se queda sin relojeros - me dice. - ¿Lo sabías?
Confieso que no, nunca me lo había planteado.
- ¿Sabes que significa eso? - pregunta despacio.
Me temo que él si. Pero no va a haber tiempo para que me lo cuente. J. acaba de entrar en el café donde le estábamos esperando. Llega jadeante como si hubiera venido corriendo. Llegamos tarde, como siempre, nos anuncia con tono severo. R. y yo nos miramos y sin decir palabra cogemos rápidamente nuestros abrigos y salimos a la calle. Caminamos deprisa detrás de J. que marca el ritmo. Le pregunto a R. dónde vamos. Él tampoco lo sabe.
Publicado por P. en 1:03
Me agrada mucho P. Empezando por este detalle que me molesta como si se me entumeciera una mano... como un cabellito clavado en el cuello de la camisa... ¿Por qué rayos no les pone nombres a sus personajes?... jejeje... deliciosamente detestable...
Si de por si, una librería es prácticamente un suicidio... aquí en México no duraría un mes un negocio de "Librería Especializada en Viajes", aunque me recuerda que hay negocios que uno no sabe "¿De qué vivirán?" (salvo que sean negocios para lavar dinero...)
jejeje... cierto que muchos "devotos extremos" de tal o cual corriente de pensamiento pareciera que hacen cualquier cosa, menos pensar... con cuántos no nos topamos a diario...
¿De qué hablamos cuando queremos hablar de algo? Pareciera que "eso" no puede hablarse con el lenguaje común... que se requiere otro código... otra forma... hay argumentos que simplemente no podemos expresar... hay "cosas" que nunca diremos, aunque nos esté reventando el pecho... aunque muramos con la angustia a flor de faz...
A mí me encanta armar muebles con instrucciones precisas... de esos que tienen contados los tornillos, y las tuercas, los clavos... a veces hasta la herramienta necesaria incluyen... me encantan... A... B... C... La angustia cuando cuentas una a una las piezas con el temor de que falte una... jajaja... y cuando acaso no entiendes una parte, o te la pretendes saltar... y en efecto, resulta que luego tendrás que volver sobre lo armado porque no es posible montar primero la pieza D si no has montado primero la pieza C... jajaja... y más vale que entiendas lo escrito porque no hacerlo es garantía de que el mueble no quedará... jajaja... y aquí entre nos... yo sí he "adaptado" alguna vez uno de estos muebles... y me quedó padrízimo... jajaja...
... me habría gustado mucho ser relojero... de los buenos... de esos que manipulan esos relojes de los que lo más cerca que estarás en la vida es una fotografía en una revista... dar mantenimiento a una de esas piezas "edición limitada y numerada"... laborar en un recinto pequeño... limpízimo... silencioso... aislado del mundo... develando las entrañas de maquinitas que cuentan el tiempo sin importar el tiempo... tratar con maquinarias frias... precisas... predecibles... un refugio... mientras todo pase... Es bueno que no haya cumplido ese "sueño"... porque seguramente la añoranza de ese "sueño" es lo único real acerca de él... en fin...
Y el final... ¿Cómo será el final?... es una pregunta latente... como una sombra, como un murmullo... aprendemos a vivir con él... sabemos de él... y cada uno tenemos una plena relación establecida que nos permite sobrellevarlo con alguna dignidad... pero no deja de intrigarnos... yo tengo mi salida... y a ella "encomiendo mi espíritu"... mi único temor es que no vaya a funcionar... porque no tengo plan "B"...
Saludos...
G U I L L E R M O
De uno de mis "blogs" favoritos...
www.elcementeriodelasbuenasintenciones.blogspot.com
martes 11 de marzo de 2008
Relojes y mapas.
:: Encuentros con entidades.
R. tiene una pequeña librería de viajes en el centro de la ciudad.
- A veces tengo la sensación de ser un punto de información más que una librería me comenta. Los turistas no dejan de entrar a preguntar direcciones ¿Dónde está el museo de arte contemporáneo? ¿Qué parada de metro es la que tengo que tomar para ir a...? Pero apenas vendo libros. Voy a tener que pedir una subvención al Ayuntamiento o exigir que me compren un mapa por cada indicación. Todo el día igual. Eso sin contar a los clientes de la librería esotérica que queda en la calle paralela a la mía. Atraviesan todo el local sin mirar y me plantan en la cara un título tipo La iluminación del tiempo. o Cómo encontrarse a uno mismo. Y cuando les explicas que sólo vendes libros de viajes te miran como si les estuvieras engañando. El otro día uno va y me suelta ¿astrales? No entiendo como quieren ver más allá si no saben entender lo que tienen delante de las narices. Lo he puesto bien grande en la puerta: Librería especializada en viajes. No es tan difícil ¿cómo pretenden leer libros si no saben leer un cartel?Le dejo hablar, parece preocupado. Creo que hay algo que le ronda por la cabeza pero no acaba de encontrar la forma de contármelo.
- ¿Tú sabes hacer algo con las manos? - pregunta R. - Quiero decir construir algo y no me refiero a muebles de esos desmontables con planos hechos por finlandeses.
No sé que contestar.
- Yo creo que no podría ni montar un mueble de esos - continúa R. - Creo que no entiendo bien los planos nórdicos. Ya sabes no están hechos para nosotros. Demasiado seguir las instrucciones. Me refiero a no sé... Verás... Ayer entro un hombre en la librería. Debía de tener cerca de sesenta años. Por su aspecto enseguida vi que estaba perdido o equivocado. Pero no parecía un turista y tampoco mostraba la mirada pérdida de los esotéricos. Se acercó al mostrador y me preguntó si tenía libros sobre técnicas de trabajo con materiales. Alguien le había indicado esta zona de la ciudad porque había bastantes librerías. Le contesté que no pero me interesé por lo que estaba buscando. Técnicas de vaciado algo así y trabajo con bronce. Le recomendé la tienda de materiales de bellas artes que queda un par de calles más abajo. Probablemente no tengan libros pero tal vez le podrían ayudar. El tipo pareció dudar un momento. Al parecer ya había estado allí y no tenían nada, ellos le habían indicado esta dirección, llevaba dando vueltas en redondo por el centro toda la tarde. Entonces me contó que era relojero. Lo dijo con pena. Se están perdiendo los oficios manuales me dijo. Ya no tengo aprendices y es muy difícil encontrar libros que enseñen estas técnicas. Me di cuenta de que tal vez le habían indicado la librería de diseño industrial que abrieron el mes pasado. Le apunte la dirección en una tarjeta y se la entregué. Me dio las gracias efusivamente y se fue muy contento. Parecía feliz con su nueva pista. Le seguí con la mirada hasta que salió de la tienda, después baje al almacén a buscar unas cajas de libros que debía colocar en las estanterías. Cuando volví al mostrador vi que el relojero había vuelto y esperaba a que le atendiera. Se le ha olvidado algo, pensé. Parecía perdido y miraba los montones de libros a su alrededor con curiosidad. Me puse frente a él. ¿Qué desea? Le dije sonriendo. De pronto reparo en mi y pareció asustarse. Como si hubiera visto un fantasma. Me señalo con el dedo y se puso blanco. Balbuceaba ¿Ya he estado aquí verdad? me pregunto. Sí, hace un momento. Vaya he debido de dar la vuelta a la manzana. He visto una librería y me he dicho esta es la mía. Se echo a reír pero al instante se detuvo en seco. Buenas tardes añadió y se fue. Parecía triste.
R. baja la vista. Le noto cansado.
- El mundo se queda sin relojeros - me dice. - ¿Lo sabías?
Confieso que no, nunca me lo había planteado.
- ¿Sabes que significa eso? - pregunta despacio.
Me temo que él si. Pero no va a haber tiempo para que me lo cuente. J. acaba de entrar en el café donde le estábamos esperando. Llega jadeante como si hubiera venido corriendo. Llegamos tarde, como siempre, nos anuncia con tono severo. R. y yo nos miramos y sin decir palabra cogemos rápidamente nuestros abrigos y salimos a la calle. Caminamos deprisa detrás de J. que marca el ritmo. Le pregunto a R. dónde vamos. Él tampoco lo sabe.
Publicado por P. en 1:03
Me agrada mucho P. Empezando por este detalle que me molesta como si se me entumeciera una mano... como un cabellito clavado en el cuello de la camisa... ¿Por qué rayos no les pone nombres a sus personajes?... jejeje... deliciosamente detestable...
Si de por si, una librería es prácticamente un suicidio... aquí en México no duraría un mes un negocio de "Librería Especializada en Viajes", aunque me recuerda que hay negocios que uno no sabe "¿De qué vivirán?" (salvo que sean negocios para lavar dinero...)
jejeje... cierto que muchos "devotos extremos" de tal o cual corriente de pensamiento pareciera que hacen cualquier cosa, menos pensar... con cuántos no nos topamos a diario...
¿De qué hablamos cuando queremos hablar de algo? Pareciera que "eso" no puede hablarse con el lenguaje común... que se requiere otro código... otra forma... hay argumentos que simplemente no podemos expresar... hay "cosas" que nunca diremos, aunque nos esté reventando el pecho... aunque muramos con la angustia a flor de faz...
A mí me encanta armar muebles con instrucciones precisas... de esos que tienen contados los tornillos, y las tuercas, los clavos... a veces hasta la herramienta necesaria incluyen... me encantan... A... B... C... La angustia cuando cuentas una a una las piezas con el temor de que falte una... jajaja... y cuando acaso no entiendes una parte, o te la pretendes saltar... y en efecto, resulta que luego tendrás que volver sobre lo armado porque no es posible montar primero la pieza D si no has montado primero la pieza C... jajaja... y más vale que entiendas lo escrito porque no hacerlo es garantía de que el mueble no quedará... jajaja... y aquí entre nos... yo sí he "adaptado" alguna vez uno de estos muebles... y me quedó padrízimo... jajaja...
... me habría gustado mucho ser relojero... de los buenos... de esos que manipulan esos relojes de los que lo más cerca que estarás en la vida es una fotografía en una revista... dar mantenimiento a una de esas piezas "edición limitada y numerada"... laborar en un recinto pequeño... limpízimo... silencioso... aislado del mundo... develando las entrañas de maquinitas que cuentan el tiempo sin importar el tiempo... tratar con maquinarias frias... precisas... predecibles... un refugio... mientras todo pase... Es bueno que no haya cumplido ese "sueño"... porque seguramente la añoranza de ese "sueño" es lo único real acerca de él... en fin...
Y el final... ¿Cómo será el final?... es una pregunta latente... como una sombra, como un murmullo... aprendemos a vivir con él... sabemos de él... y cada uno tenemos una plena relación establecida que nos permite sobrellevarlo con alguna dignidad... pero no deja de intrigarnos... yo tengo mi salida... y a ella "encomiendo mi espíritu"... mi único temor es que no vaya a funcionar... porque no tengo plan "B"...
Saludos...
G U I L L E R M O
lunes, 3 de marzo de 2008
P.
(De la imposibilidad...)
viernes 29 de febrero de 2008.
La última cena
:: Encuentros con entidades.
- El hombre procura mantenerse ocupado, da golpes en el mantel con el tenedor, dobla una y otra vez la servilleta o pasa distraido el dedo por el borde de su copa. La delgadez del cristal debe resultar agradable. Tal vez, un par de veces, ha pensado en presionar más fuerte con el dedo, en ver brotar su sangre, pero se contiene. La mujer, sentada al otro extremo de la mesa, probablemente divaga sobre el aspecto de la comida o algún problema de trabajo. Yo creo que Él tiene que contarle algo desagradable pero no se atreve.
L. se queda callada. Me mira y sonríe. Hace esto a menudo, inventa pequeños detalles sobre las personas que la rodean, perdón, "deduce". La pareja está sentada a mi espalda. Me vuelvo para observarlos, no veo nada extraño en ellos.
Cenan y hablan.
- Eres una cuentista - le digo a L. devolviéndole la sonrisa.
- No, pero espera - insiste. - ya verás como en menos de media hora están discutiendo.
El camarero se acerca y nos pregunta si queremos más vino. Miro a L. que asiente con un silencio. Nos quedamos callados. Se me hace raro pensar que es la última vez que voy a verla en mucho tiempo. Sin embargo no es una sensación nueva, con ella me sucede a menudo, sólo que está vez es cierta. L. pasea de nuevo su mirada por el restaurante en busca de nuevas víctimas.
- Aquel hombre que cena solo acaba de perder a su mujer - dice de pronto.
- ¿Cuál? ¿El del traje gris?.
- Sí. Probablemente ha muerto.
- Un poco trágico tu final no crees ¿Por qué dices eso?
- Fíjate, come lentamente y cada poco levanta la vista hacia la silla vacía que tiene enfrente y se queda pensativo, con la mirada perdida, esa es la mirada de los que añoran. Además ¿qué hace sólo si no en un local para parejas como este un viernes? La comida no es nada del otro mundo.
Miro al hombre. L. tiene razón, su plato está a medias desde hace unos minutos y mantiene la mirada clavada en el respaldo de la silla.
- Quizás le gusta estar solo - apunto. - Puede que le guste disfrutar de estar tranquilo. No todos necesitamos estar rodeados de gente para sentirnos bien.
L. mira al hombre de nuevo. Esta vez con lastima.
- No, no está sólo - responde con convicción. - Pero la persona con la que está es invisible para nosotros.
Pienso en que Nueva York debe estar frío en está época del año. Seguro que a L. le encantará la ciudad. tendrá un montón de personajes interesantes con los que practicar su arte adivinatorio. Pienso en el tiempo de nuestras peleas, en el que esta manía suya me molestaba y no acabo de entender porqué. El camarero llega con otra botella de vino y la abre delante de nosotros. Vierte un poco de vino en mi copa para que la pruebe pero le digo que está todo correcto con la mano. L. se incorpora y tomando mi copa y bebe de mi copa. Saborea el vino lentamente como si realmente supiera lo que está haciendo. El camarero sonríe y deja la botella sobre la mesa. Después se va. De pronto un ruido de cristales me sobresalta. Al girarme veo como la pareja que había llamado al atención de L. se ha levantado de la mesa. Ella le aparta a un lado de un empujón y sale a toda prisa del restaurante. Él vuelve a sentarse, tranquilo y contempla con tristeza la enorme mancha de vino que cubre su camisa. Me vuelvo hacía L. que arquea las cejas mientras bebe de su copa. Tiene esa mirada suya de "ves, te lo he dicho" pero no se regodeará en su triunfo, nunca lo hace.
- ¿Sabes? - le digo. - Tal vez cuando te hallas ido yo también venga aquí solo alguna noche como ese hombre.
L. no dice nada. Baja la cabeza y hunde la cucharilla en el pastel que acaban de servirnos. Saborea lentamente el chocolate y observa con mirada perdida al hombre del traje gris.
- Se que lo harás - dice sin mirarme. - pero cuando vengas pide también una copa de vino para mi ¿Me lo prometes?
Sonrío. No contesto, no veo que haga falta decir nada más. Cojo la cucharilla y pruebo mi ración de tarta. Tiene un sabor extrañamente amargo.
Publicado por P. en 16:55
www.elcementeriodelasbuenasintenciones.blogspot.com
Reflexionando sobre la Felicidad, Santo Tomás de Aquino decía que, de entrada, sea lo que sea que requiriésemos para lograrla, estaría acompañada siempre, como una sombra, de la posibilidad de que nos fuese arrebatada… Y más aún, la felicidad absoluta es imposible (en vida) por la certeza de que sea lo que sea que nos haga felices, nos será arrebatado por la muerte… el colofón de esta reflexión es obvio y conocido…
Lo que nos define como patéticos a algunos de nosotros es el hecho de no poder disfrutar de algo, lo que sea, que nos es concedido disfrutar en algún momento, por el hecho de anticiparnos “ya” a su pérdida total… Y cuanto menos disfrute y acaso más angustia, cuanto más felicidad nos pudiera proporcionar… Sí… patético… pero sólo de manera inmediata… porque pensándolo un poco… si bien nunca termine por ser aceptable… creo que sí puede resultar, al menos, comprensible… pero qué puedo decir yo…
Saludos...
-
viernes 29 de febrero de 2008.
La última cena
:: Encuentros con entidades.
- El hombre procura mantenerse ocupado, da golpes en el mantel con el tenedor, dobla una y otra vez la servilleta o pasa distraido el dedo por el borde de su copa. La delgadez del cristal debe resultar agradable. Tal vez, un par de veces, ha pensado en presionar más fuerte con el dedo, en ver brotar su sangre, pero se contiene. La mujer, sentada al otro extremo de la mesa, probablemente divaga sobre el aspecto de la comida o algún problema de trabajo. Yo creo que Él tiene que contarle algo desagradable pero no se atreve.
L. se queda callada. Me mira y sonríe. Hace esto a menudo, inventa pequeños detalles sobre las personas que la rodean, perdón, "deduce". La pareja está sentada a mi espalda. Me vuelvo para observarlos, no veo nada extraño en ellos.
Cenan y hablan.
- Eres una cuentista - le digo a L. devolviéndole la sonrisa.
- No, pero espera - insiste. - ya verás como en menos de media hora están discutiendo.
El camarero se acerca y nos pregunta si queremos más vino. Miro a L. que asiente con un silencio. Nos quedamos callados. Se me hace raro pensar que es la última vez que voy a verla en mucho tiempo. Sin embargo no es una sensación nueva, con ella me sucede a menudo, sólo que está vez es cierta. L. pasea de nuevo su mirada por el restaurante en busca de nuevas víctimas.
- Aquel hombre que cena solo acaba de perder a su mujer - dice de pronto.
- ¿Cuál? ¿El del traje gris?.
- Sí. Probablemente ha muerto.
- Un poco trágico tu final no crees ¿Por qué dices eso?
- Fíjate, come lentamente y cada poco levanta la vista hacia la silla vacía que tiene enfrente y se queda pensativo, con la mirada perdida, esa es la mirada de los que añoran. Además ¿qué hace sólo si no en un local para parejas como este un viernes? La comida no es nada del otro mundo.
Miro al hombre. L. tiene razón, su plato está a medias desde hace unos minutos y mantiene la mirada clavada en el respaldo de la silla.
- Quizás le gusta estar solo - apunto. - Puede que le guste disfrutar de estar tranquilo. No todos necesitamos estar rodeados de gente para sentirnos bien.
L. mira al hombre de nuevo. Esta vez con lastima.
- No, no está sólo - responde con convicción. - Pero la persona con la que está es invisible para nosotros.
Pienso en que Nueva York debe estar frío en está época del año. Seguro que a L. le encantará la ciudad. tendrá un montón de personajes interesantes con los que practicar su arte adivinatorio. Pienso en el tiempo de nuestras peleas, en el que esta manía suya me molestaba y no acabo de entender porqué. El camarero llega con otra botella de vino y la abre delante de nosotros. Vierte un poco de vino en mi copa para que la pruebe pero le digo que está todo correcto con la mano. L. se incorpora y tomando mi copa y bebe de mi copa. Saborea el vino lentamente como si realmente supiera lo que está haciendo. El camarero sonríe y deja la botella sobre la mesa. Después se va. De pronto un ruido de cristales me sobresalta. Al girarme veo como la pareja que había llamado al atención de L. se ha levantado de la mesa. Ella le aparta a un lado de un empujón y sale a toda prisa del restaurante. Él vuelve a sentarse, tranquilo y contempla con tristeza la enorme mancha de vino que cubre su camisa. Me vuelvo hacía L. que arquea las cejas mientras bebe de su copa. Tiene esa mirada suya de "ves, te lo he dicho" pero no se regodeará en su triunfo, nunca lo hace.
- ¿Sabes? - le digo. - Tal vez cuando te hallas ido yo también venga aquí solo alguna noche como ese hombre.
L. no dice nada. Baja la cabeza y hunde la cucharilla en el pastel que acaban de servirnos. Saborea lentamente el chocolate y observa con mirada perdida al hombre del traje gris.
- Se que lo harás - dice sin mirarme. - pero cuando vengas pide también una copa de vino para mi ¿Me lo prometes?
Sonrío. No contesto, no veo que haga falta decir nada más. Cojo la cucharilla y pruebo mi ración de tarta. Tiene un sabor extrañamente amargo.
Publicado por P. en 16:55
www.elcementeriodelasbuenasintenciones.blogspot.com
Reflexionando sobre la Felicidad, Santo Tomás de Aquino decía que, de entrada, sea lo que sea que requiriésemos para lograrla, estaría acompañada siempre, como una sombra, de la posibilidad de que nos fuese arrebatada… Y más aún, la felicidad absoluta es imposible (en vida) por la certeza de que sea lo que sea que nos haga felices, nos será arrebatado por la muerte… el colofón de esta reflexión es obvio y conocido…
Lo que nos define como patéticos a algunos de nosotros es el hecho de no poder disfrutar de algo, lo que sea, que nos es concedido disfrutar en algún momento, por el hecho de anticiparnos “ya” a su pérdida total… Y cuanto menos disfrute y acaso más angustia, cuanto más felicidad nos pudiera proporcionar… Sí… patético… pero sólo de manera inmediata… porque pensándolo un poco… si bien nunca termine por ser aceptable… creo que sí puede resultar, al menos, comprensible… pero qué puedo decir yo…
Saludos...
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