... sabiendo esperar un poco

martes, 24 de enero de 2012

Cada quien construye su futuro...

(De lo que nos pasa...)
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Dice aquí...
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"La edad adulta trae consigo la ilusión perniciosa del control, y acaso dependa de ella. Quiero decir que es ese espejismo de dominio sobre nuestra propia vida lo que nos permite sentirnos adultos, pues asociamos la adultez con la autonomía, el soberano derecho a determinar lo que va a sucedernos enseguida. El desengaño viene más pronto o más tarde, pero viene siempre, no falta a la cita, nunca lo ha hecho. Cuando llega lo recibimos sin demasiada sorpresa, pues nadie que viva lo suficiente puede sorprenderse de que su biografía haya sido moldeada por eventos lejanos , por voluntades ajenas con poca o ninguna participación de sus propias decisiones. Esos largos procesos que acabarán por por toparse con nuestra vida -a veces para darle el empujón que necesitaba, a veces para hacer estallar en pedazos nuestros planes más espléndidos- suelen estar ocultos como corrientes subterráneas, como meticulosos desplazamientos de las capas tectónicas, y cuando por fin se da el terremoto, invocamos las palabras que hemos aprendido a usar para tranquilizarnos, accidente, casualidad, a veces destino. Ahora mismo hay una cadena de circunstancias, de errores culpables o de afortunadas decisiones, cuyas consecuencias me esperan a la vuelta de la esquina; y aunque lo sepa, aunque tenga la incómoda certeza de que esas cosas están pasando y me afectarán, no hay manera de que pueda anticiparme a ellas. Lidiar con sus efectos es todo lo que puedo hacer: reparar los daños, sacar el mayor provecho de los beneficios. Lo sabemos, lo sabemos bien; y sin embargo siempre da algo de pavor cuando alguien nos revela esa cadena que nos ha convertido en lo que somos, siempre nos desconcierta constatar, cuando es otra persona quien nos trae la revelación, el poco o ningún control que tenemos sobre nuestra experiencia..."
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Juan Gabriel Vásquez; "El ruido de las cosas al caer"; Ed. Alfaguara
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Con el tiempo, he aprendido a decir, aunque de nada me valga el saberlo, que "cada quien construye su futuro"... No en el ilusorio sentido de formarlo o, más ingenuo aún, de controlarlo, no; aunque la mayoría de la gente no me entienda y así lo interprete e, incluso así lo parezca. No. Tampoco me refiero a los proyectos mal, o bien, o muy bien planeados de adquisiciones materiales, laborales y, o intelectuales que nos restriegan en la cara para comprobar categóricamente lo equivocados que estamos; No.
Me refiero a ese otro futuro, más sutil, mucho más sutil que se entreteje, que se va entretejiendo todo el tiempo, eso sí, en todo eso, nuestra vida, que hacemos...
Me refiero al hecho de que nos acostumbramos a ciertos pequeños vicios, a ciertos discretos comportamientos, de toda índole imaginable y, sobre todo, no imaginable, que implican a su vez, como todo, ciertos riesgos. Ciertos riesgos que quizás en ciertos instantes de clarividencia notamos, pero que con la inercia desatendemos y con el tiempo olvidamos, o creemos olvidar, o nos engañamos olvidar. Un vicio. Cuando quizás, sólo quizás, son precisamente esos riesgos la atractiva causa por la que hacemos lo que hacemos... un juego... un vicio...

El hecho es que he visto, y seguramente tú también, varios casos (sorprende la frecuencia de casos) en los que, en efecto, y como bien dice el dicho "tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe". Los riesgos pues, se materializan; con una obviedad que, sin embargo, y esto me sorprende y me fascina, causan tal sorpresa en el afectado, como si hubiese sido un caso de suerte, mala suerte, posibilidad remota y oculta, sobre todo oculta, que sólo una maléfica deidad hubiese sido capaz de planear y llevar al cabo, cuando era tan evidente y posible, como jugar una Ruleta Rusa no con una, sino con dos balas...

Y así tenemos, como ejemplos más característicos, el despido por fallas en el trabajo cuando todo el tiempo se ha buscado la forma de incumplir... el grave accidente de auto cuando todo el tiempo se viaja a velocidad excesiva... el rompimiento por infidelidad de empedernidos Donjuanes...

No queda otra, como atinadamente dice Juan Gabriel Vásquez, "Lidiar con sus efectos... reparar los daños, sacar el mayor provecho de los beneficios"... y, por qué no, también de los maleficios.

Finalmente, hay también quienes apenas se mueven; quienes cuidándose de riesgos no salen de un cerrado círculo de seguridad. Esto es una trampa; porque tanto lo que hacemos como lo que dejamos de hacer son bloques que vamos apilando en la "construcción de nuestro destino" y cuando ocurra "el accidente", no serán otra cosa que esos, nuestros propios bloques, los que se nos vendrán encima...
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Saludos... desde el abismo...
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