... sabiendo esperar un poco

martes, 21 de octubre de 2008

¿Dignidad...?

(De otros tiempos, que son siempre los mismos tiempos... De otros lugares, que son...)

"Manuel siempre me había recordado a mi padre, hombres de la misma generación que habían pasado demasiados días de infortunio y que llevaban la memoria escrita en la cara.
...
- ¿Hablar de qué? ¿Qué es lo que has hecho?
- Nada, padre. Doña Mariana quería hablar con usted de mi futura educación. Dice que tengo posibilidades y que ella cree que podría ayudarme a conseguir una beca para entrar en los escolapios...
- ¿Quién se cree esa mujer para llenarte la cabeza de pájaros y decirte que te va a meter en una escuela para niñatos? ¿Tú sabes quien es esa gentuza? ¿Sabes cómo te van a mirar y cómo te van a tratar cuando sepan de dónde vienes?
Bajé la mirada.
- Doña Mariana sólo quiere ayudar, padre. Nada más. No se enfade usted. Le diré que no puede ser y ya está.
Mi padre me miró con rabia, pero se contuvo y respiró profundo varias veces con los ojos cerrados antes de decir nada más.
- Saldremos adelante, ¿me entiendes? Tú y yo. Sin las limosnas de todos esos hijos de puta. Y con la cabeza bien alta.
- Sí padre.
...
Ya por entonces había empezado a comprender que a mi padre le avergonzaba que la gente pensara que era un ignorante, un despojo de una guerra que, como casi todas las guerras, se peleaba en nombre de Dios y de la patria para hacer más poderosos a hombres que ya lo eran demasiado antes de provocarla.
...
... junto a su pistola del ejercito que cada noche, cuando creía que yo dormía, sacaba y contemplaba como si tuviese todas las respuestas, o al menos las suficientes.
...
Aquellos eran años en que la sangre y la violencia en las calles de Barcelona empezaban a ser el pan de cada día. Días de octavillas y bombas que dejaban pedazos de cuerpos temblando y humeando en las calles del Raval, de bandas de figuras negras que recorrían la noche derramando sangre, de procesiones y desfiles de santos y generales que olían a muerte y a engaño, de discursos incendiarios donde todos mentían y donde todos tenían la razón. La rabia y el odio que años más tarde llevaría a unos y a otros a asesinarse en nombre de consignas grandiosas y trapos de colores se empezaba ya a saborear en el aire envenenado. La bruma perpetua de las fábricas reptaba sobre la ciudad y enmascaraba sus avenidas empedradas y surcadas por tranvías y carruajes. La noche pertenecía a la luz de gas. A las sombras de callejones quebradas por el destello de disparos y el trazo azul de la pólvora quemada. Eran años en que se crecía aprisa, y para cuando la infancia se les caía de las manos, muchos niños ya tenían mirada de viejo."

CRZ; "El juego del ángel"

Saludos...
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1 comentario:

Luthien dijo...

Que años.. que cosas.. y la dignidad? tampoco se